Hace un par de días me invitaron a un restaurante situado en el centro de Viena que se llama Zum Schwarzen Kameel. Podría hacer una reseña muy elegante y correcta pero sé que la mayoría de mis lectores prefieren un punto de vista más coloquial.
Este restaurante lleva abierto varios siglos en Viena y es de los restaurantes más caros de la capital. La decoración tiene un estilo norteafricano pijo, y el dueño o jefe parecía sacado de principios del siglo pasado. No quería parecer una paleta sacando fotos de un sitio tan "fancy", así que las he cogido prestadas de internet.
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El dueño es el señor de la izquierda |
La comida era excelente, el precio desorbitado y el servicio bastante lento. La presentación de diez, y lo cierto es que en todos los platos había algún ingrediente que no sabría identificar.
El tamaño de los platos no era nada del otro mundo, pero estaba todo tan bueno que te podías hinchar sólo de pan y salías satisfecho.
El lugar es conocido por dos "platos" típicos. Lo pongo entre comillas porque a mí me parece un entrante muy modesto en comparación con la elaboración de lo que vino después:
Jamón cocido con una cosa que sabe a wasabi. El jamón estaba bueno, vale. Pero cualquier serrano modestillo, en mi opinión, le da veinte vueltas. Además lo sirven con un vegetal que parece queso rallado pero sabe a wasabi. No pega nada.
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La primera vez me timaron y me dijeron que era queso. Me metí una cucharada enorme en la boca. Lloré. |
Pinchos en su versión pija. Lo que viene a ser una rebanada de pan similar al bimbo con "cosas por encima". Vamos, la versión cara del Lizarrán.
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Tapeo a la austriaca. |
En este sitio es bastante habitual encontrarte con personajes famosos de la sociedad austriaca, políticos, artistas, etc. El único famoso que podría reconocer es Arnold Schwarzenegger, y era poco probable que coincidiéramos.