viernes, 14 de febrero de 2014

¿Quién va a merendar ahora conmigo?

Como buena guiri que soy aprovecho la mínima ocasión que se me presenta para defender a capa y espada la gastronomía peninsular y además me he reservado un rinconcito en la maleta para meter productos que son escasos en tierras germánicas. Esto quiere decir que mi nevera tiene un cajón reservado para el jamón serrano, el lomo ibérico y los chorizos de León.

Ayer cené verdura con chorizo hervido, patata, huevo duro y de entrante pan con tomate, aceite y embutido. Estaba preparando la mesa y cuando entré nuevamente a la cocina para sacar lo que tenía en la cazuela mi cerebro me jugó una mala pasada. Y es que no me había percatado hasta ahora, pero ese olor me recuerda enormemente a Galicia y a mi abuela.

Hoy hace justo un mes que mi abuela falleció, y anoche mientras estaba en la cocina cerré los ojos y os puedo asegurar que sentía que iba a escuchar su voz en cualquier momento. 

Mi abuela no era de esas personas que les gustaba llamar la atención. Tampoco era demasiado chismosa ni se metía en la vida de los demás a no ser que fueras de la familia. Porque para ella la familia era lo más importante y se preocupaba tantísimo por nosotros que había días en los que me daba la sensación que vivía más nuestra vida que la suya propia.

Un día de carnaval hace muchos años.
Los de la foto somos mi hermano y yo.

Durante este último mes me han pasado cosas muy buenas, y me entristece enormemente no haber podido compartirlas con ella. Hasta que estuvo ingresada en el hospital, cada fin de semana encontraba un hueco para irme a merendar con ella aunque eso implicara no ver a ningún amigo en todo el fin de semana. Y es que lo más duro del último mes ha sido encontrar algo que hacer el sábado por la tarde.

Las dos en Galicia.

Lo peor de este tipo de pérdidas es que te das cuenta de que esa persona no va a volver. Puedes pelearte con alguien, cortar una relación, sentirte traicionada... y con todo eso, puedes encontrar un lugar en tu corazón para perdonar a esa persona y volver a pasar tiempo con ella, aunque las cosas ya no sean igual. 

Foto del día de la boda de mis padres.
Parece incluso mayor que en alguna de las
fotos posteriores.
Sin embargo ella ya no está, ni tampoco volverá. No estará el día de mi boda, ni conocerá a mis hijos. No verá cómo me va en mi primer trabajo como ingeniera, ni podré regalarle cosas bonitas con mi sueldo como ella hacía conmigo. 

Una de mis motivaciones para sacarme el carnet de conducir era poder llevarla sitios chulos que no estuvieran por el barrio. Hacía un tiempo que se cansaba demasiado si tenía que caminar mucho y no os podeis imaginar cuántas ganas tenía de volver a ir con ella al centro o a la playa.
Siempre sabía encontrar la felicidad en
los pequeños detalles de la vida.
Recuerdo un día que estabamos las dos merendando a principios de otoño. Me miró muy seriamente y me dijo: "¿Qué voy a hacer sin ti cuando te vayas medio año a Viena?" Le sonreí y le respondí: "No te preocupes. Hablaremos por internet y me verás en vídeo. Sólo estaré a dos horas de vuelo y podré venir a visitarte". No parecía del todo convencida, pero pareció que le daba una especie de consuelo. 

Esa cosa con cara de pan soy yo.

Mi pregunta para ella ahora es: "¿Qué voy a hacer sin ti los sábados por la tarde?"

Te echo de menos, yaya.

1 comentario:

  1. Merendar, recordando todas las cosas bonitas que te decía tu abuelita, Cris. Yo también me pregunto todavía qué voy a hacer sin las canciones absurdas que me cantaba mi abuelo, o quién hará los nudos marineros de los columpios de mis hijos (si los tengo algún día) o quién me acompañará al altar o lo que sea que haya (si me caso; porque créeme, que si me casara, me hubiera encantado que hubiera sido mi abuelito quien me hubiera llevado).

    Pero créeme que ellos nos verán, y nos sonreirán ante nuestros triunfos, y nos consolarán ante nuestros fracasos. Sólo tienes que cerrar los ojos y escuchar sus palabras, que están ahí.

    Te quiero mucho Cris.

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