viernes, 20 de junio de 2014

Estos días estoy en Arco, un pueblo del norte de Italia. Es un regalo de la familia de mi novio porque me están enseñando a escalar (algo que me apetecía intentar desde hace mucho tiempo).

Ayer hicimos un picnic aquí
Alrededores de Arco, Italia
La familia de Christoph siempre ha sido muy deportista. Él lleva esquiando desde los 3 años, escalando desde los 4 y haciendo otros muchos deportes como pasarse días haciendo rutas de senderismo por cualquier lugar remoto del mundo. Aunque estar días en la montaña durmiendo en el suelo no le hace ni puñetera gracia, le sigue encantando ir a escalar. 

Y aquí entro yo, aprovechando que la hermana no viene para coger prestado su equipo (no creo que le haga ni puñetera gracia que su madre me preste sus zapatos) y pasando unos días fantásticos disfrutando de una comida muy similar a la de casa y.... ¡de momento con gafas de sol nuevas y camiseta guay!

La pareja más guay del pueblo.

Esto de subir por las paredes tiene su qué. Al principio pensaba que era un poco a lo loco como las cabras, pero no: tiene su técnica. Para comenzar, me hacen subir apoyándo solo un dedo de cada mano para que aprenda bien (lo cual no me hace gracia porque tu instinto natural te pide apoyar toda la superficie de tu mano). Además, has de meter culo y sacar la espalda. Tiene su parte lógica porque si la fuerza (es decir, tu peso multiplicado por la aceleración de la gravedad) es totalmente paralelo a la superficie de la roca, resbalas. En cambio si forma un ángulo más abierto te sostienes mejor. (Pero da igual, tú querrías abrazarte a la pared de piedra y esperar a que alguien te baje como si fueras uno de esos gatos urbanitas que se suben a un árbol y después no saben volver a bajar).

Soy un gato urbanita

Pero es muy divertido y seguro. Me han explicado como funciona todo el sistema de arneses, cómo hacer nudos para que no se suelten... es más, para convencerme de que no pasaba nada, Christoph se ha dejado caer cuando yo le sujetaba (y casi que hacemos efecto polea y subo yo por la diferencia de peso). 

Hasta ahora tenía una idea mucho más peligrosa de lo que era escalar. Supongo que es como todo, tú eliges si quieres hacer de ello algo peligroso o no. No es lo mismo nadar en una piscina que pretender alejarte en la playa 5 km de la costa. No es lo mismo darte un paseo por el campo que subir el Everest. Y ambas cosas son, al final, lo mismo: nadar y caminar.


Sentada con la madre de Christoph. ¡Me ha regalado las gafas
de sol blancas!






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