Ayer aumentó el nivel de dificultad de escalar y las agujetas comienzan a notarse, pero me da igual porque me lo paso genial. Me encantan las vistas que hay por aquí, la comida (ayer me rendí ante una pizza y helado artesano) y el irme de excursión ya sea caminando o en bici.
Lago de los arededores |
Para subir no tengo problemas, pero para bajar todavía no lo tengo muy claro. Christoph me dice que he de poner mi cuerpo casi perpendicular a la pared (es decir, con las piernas abiertas y como si estuviera tumbada mirando al cielo sólo que con el vacío a mis espaldas) y bajar sin tocar nada con las manos. Lo primero todavía, pero mi instinto de gato urbanita me dice que me coja a algo aun sabiendo que, si me voy a despeñar, lo que me salvará será el arnés y no el hecho de que me agarre a algo o no. Básicamente tuvimos una conversación tipo:
- Vale, ahora baja tú primero y yo te sujeto.... Más atrás, más atrás... ¡Que te estoy diciendo que pongas la espalda más atrás! Vaaale, más o menos, pero no te agarres a la cuerda. No, al arnés tampoco. Manos fuera. ¡Manos fuera! Vale, ahora baja.
- No puedo, quiero cogerme a algo.
- ¡No! Así no se baja. Vas a bajar como toca. Venga, otra vez, túmbate más.
- Pero que no quiero bajar así.
- ¿Y cómo piensas bajar?
- Verticalmente, como he subido.
- ¡Que te he dicho que así no se baja!
- Pero da mucha impresión.
- O bajas tú o te empujo montaña abajo. Tú eliges. Te empujo, ¿eh? - ésto último acompañado de toquecitos en el hombro hacia atrás.
Vistas desde arriba |
¡Por favor que no se te caiga el móvil al hacer la selfie! |
Momentos antes de ser amenazada con ser empujada al vacío |
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