miércoles, 12 de febrero de 2014

Dos y don'ts en un restaurante

Anoche fui a cenar con Christoph y sus vecinos a un restaurante. Quien dice cenar dice merendar porque eran las seis de la tarde. Esta vez no voy a poner fotos porque no quería empezar a sacarlas con el móvil a todos nuestros platos delante de la pareja de ancianos, pero que no cunda el pánico: no será la última vez que hable de comida por aquí.

Cada país tiene su protocolo cuando comes en público, y por eso he hecho una pequeña recopilación de cosas que debes y no debes hacer cuando vas a un restaurante en Austria. De este modo, evitareis quedar como unos guiris tal y como me sucedió a mí al principio.




           Dos:

  •  Dejar propina. Es un clásico, subes más allá de los Pirineos y te encuentras con la noble costumbre de premiar el trabajo de los camareros. Nunca he sido partidaria de dejar propina por la misma razón que no se la dejo a la cajera del supermercado o a la dependienta de la tienda de ropa. No me han hecho ningún favor extra, sólo cumplen con su trabajo y me da igual parecer tacaña. Sólo dejo propina en el caso excepcional de que sean increíblemente agradables o hagan algo por mí que no era necesario. Eso sí, si no queréis quedar como unos pobretones sureños más os vale redondear a la siguiente decena. 
  • Prescindir de la sobremesa. No importa si es una comida familiar, entre amigos o de negocios. Cuando acabes de comer te largas. Si quieres apurarlo, tómate un café de diez minutos mientras te traen la cuenta pero olvídate de quedarte sentado hablando una hora. En mi familia tenemos la sana costumbre de acabar de comer a las cinco o las seis de la tarde si estamos reunidos, pero aquí todo ha finalizado antes de que en Barcelona tengamos la comida hecha.
  • Agradecer el uso de las servilletas. Parece increíble, pero una de las cosas que más me ha llamado la atención es que no usan servilletas salvo cuando tienen invitados y quieren quedar bien o cuando comen fuera. Se ve que aquí las madres no deben decir a sus hijos aquello de “límpiate la boca antes y después de beber” y por eso agradezco enormemente el no tener que preocuparme por el estado de mi vaso al llegar al postre.
  •  Pedir algo aleatoriamente. ¿La carta está en alemán y no sabes lo que estás pidiendo? No hay problema puesto que, salvo que hayas pedido entrantes, tienes un 90% de posibilidades de haber pedido carne con patatas. Y además, esa carne será de origen vacuno o porcino.



    Don'ts
  • Llamar al camarero. Olvídate. Por mi educado que pretendas ser, no lo hagas. Levantar una mano, o decir “perdona” equivaldría en España a silbar como si se trataran de perros. El modus operandi implica establecer contacto visual hasta que se percatan de que les estás mirando, y entonces vendrán a ti. Es una táctica similar a la de ligar en una discoteca si eres demasiado tímido como para dar el primer paso.

  • Pedir fruta de postre. La mayoría es importada de Dios sabe dónde y está malísima. El precio es muy elevado para algo tan insípido y con la ingente variedad de pasteles que tienen deberías optar por esta última opción.
  • Escandalizarse al ver que mezclan agua con vino. Como si su vino no estuviera lo suficientemente suave, le añaden agua con gas. Primero te parecerá un sacrilegio, pero al cabo de un tiempo te darás cuenta que sus vinos tampoco son nada del otro mundo y te dolerá menos. Eso sí, acostúmbrate a que por aquí el vino blanco pega con todo… y sobre todo no cometas el error de pedir vino tinto para la carne con patatas porque tendrás pocas posibilidades de que éste sea decente.

  •  No especificar que para ti el agua natural es sin gas. Por defecto, el agua viene con gas. Si la quieres sin gas te mirarán con cara rara. Imagino que esto sucede porque aquí puedes beber “a morro” del grifo y el agua sabe bien. Ni punto de comparación con el batido de cloro que sufres en Hospitalet.


     
     

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